Érase una vez una mujer a un consolador pegada
“Érase un consolador a una mujer pegado” Así comienza esta historia donde tan grande era esa adicción que la protagonista ni dormía ni trabajaba. Sus días transcurrían entre orgasmos. Su voz ronca de tanto gemir, sus brazos entumecidos por el uso del consolador y su sexo hinchado y dolorido.
Dejó de comer porque se le terminó la comida y no quería abandonar su casa para ir a comprar. No quería abandonar esa especie de limbo en el que se encontraba.
El tiempo pasaba y ella no paraba. De pronto, un día, se le acabaron. Pero no, no hablamos de las pilas, ¡sino de los orgasmos! Por más ímpetu que ponía no alcanzaba el clímax. De mil formas lo intentó y con múltiples sustitutos del consolador probó pero ni un solo gemido consiguió.
De tanto usarlo se le había roto. Agotada tuvo que admitir que, de tanto darse amor, al final se le había acabado.
Espero que te haya gustado y ¡no olvides compartir!
un beso
Christine